EL Rincón de Yanka: CRISTIANOFOBIA LIBERTICIDA

inicio














miércoles, 24 de febrero de 2016

CRISTIANOFOBIA LIBERTICIDA


Hipocresía de la cristianofobia

En España lo que ahora cunde no es el laicismo o la aconfesionalidad de la vida pública sino la cristianofobia, que es aproximadamente lo contrario.

Arrastramos una grande confusión respecto a las exigencias de un Estado laico o aconfesional. Para empezar, esos dos adjetivos son ya religiosos. Sería mejor decir un Estado respetuoso con todas las confesiones religiosas, de modo especial las tradiciones nacionales propias. No hay palabra para tal circunloquio. Pero se entiende bien su significado. Por ejemplo, en los Estados Unidos, modelo de lo que digo, el Presidente de la nación jura su cargo sobre un vetusto ejemplar de la Biblia. Es una hermosa tradición que a nadie puede ofender y a todos enorgullece.

En España lo que ahora cunde no es el laicismo o la aconfesionalidad de la vida pública sino la cristianofobia, que es aproximadamente lo contrario. Es decir, el odio hacia las tradiciones cristianas. Así, pasa por progresista y un dechado de la tolerancia la decisión de no enseñar Religión en los colegios. Se sigue con la pugna para que no haya signos religiosos externos. Ahora los Reyes Magos han perdido su significación religiosa y se transforman en un número de carnaval. (Por cierto, el Carnaval es otra fiesta de origen religioso). Otra tontería: no debe haber capillas en las universidades o los hospitales. Acabarán remodelando las catedrales para “espacios de cultura” o alguna otra barrabasada parecida. Lo siento, Barrabás está en los Evangelios.

Por lo menos habría que exigir coherencia en esa política laica o aconfesional. Por ejemplo, ¿por qué no quitar todas las cruces de los cementerios, que son municipales? No se atreverán los hipócritas. Puestos a cambiar nombres de calles y de topónimos, ¿por qué no eliminar los topónimos con significación religiosa, como Puerto de Santa María o San Sebastián? Hay algunos miles. Tampoco osarán tal cosa.

Para ser verdaderamente coherentes con el laicismo o la aconfesionalidad tendrían que alterar los nombres propios de muchas personas. Por ejemplo, Manuela, Rita, Pedro o Pablo, por citar algunos nombres de pila de algunos políticos progresistas. No serán tan valientes. Hablando de valentía, la tal Rita, concejal de cultura en el Ayuntamiento de Madrid, se hizo famosa por el asalto obsceno a la capilla de la Universidad Complutense. Dicen sus secuaces que su acción fue una protesta democrática. Pues bien, el juez debería imponerle la moderada sentencia de que repitiera el acto un viernes en la mezquita de la M-30. Podría protestar por el trato que dan a las mujeres en algunos países musulmanes.

Ya de puestos a eliminar símbolos religiosos, se podría suprimir el “domingo” o día del Señor. Se convertiría en una jornada laboral más. No se les ocurrirá. ¿Y qué decir de la Navidad? No basta con sustituir el belén por Santa Claus, que después de todo es también un símbolo cristiano (San Nicolás). Habría que volver a las orgías saturnales del solsticio de invierno. Se me ocurren más iniciativas, como prohibir el Camino de Santiago o la procesión del Corpus en Toledo o la salida de la Macarena en Sevilla. Llenaríamos un BOE entero con las posibles prohibiciones.

En definitiva, pido un poco de coherencia a las huestes progresistas. Si no se atreven a ser laicos integrales, dejen de hacer el ridículo. No me sean hipócritas. Otra cosa. No se llamen “ateos”, pues en esa voz ya va el nombre de Dios. Busquen otra etiqueta positiva. Si no son coherentes del todo, vamos a pensar que, aparte de cobardes, su problema es que necesitan rebelarse contra ustedes mismos. Pero entonces la cuestión es de psiquiatra. Perdón otra vez por la palabra, pues la “psique” es el alma.

Cristianofobia

Parece que estos días se pone de actualidad la cuestión del respeto a la libertad religiosa, con motivo del juicio de la actual portavoz del ayuntamiento de Madrid por la invasión de una capilla católica de la universidad complutense hace ahora cuatro años. Es curioso la poca objetividad que se evidencia en los medios de comunicación, que subrayan aspectos parciales del problema, cada uno los suyos, con escaso interés por informar de la realidad. Ahora resulta que un ataque directo a la libertad de conciencia de las personas -que de eso estamos hablando- es un ejercicio de la libertad de expresión, o incluso, para algunos, un acto heroico en defensa de la laicidad del Estado. La legislación española ampara la libertad religiosa, el derecho de todas las personas -¡incluso de los católicos!- a profesar la fe religiosa que estimen oportuno, sin ser por ello discriminados ni molestados en modo alguno. Si un bárbaro ataca a un judío ortodoxo, porque va vestido con traje negro y tirabuzones en el pelo, cualquier persona de un estado moderno y avanzado declarará aquello como un asalto a un derecho básico del creyente judío. Lo mismo cabe decir de quienes practican otras religiones menos extendidas en nuestro país, como los Hare Krishna o las mujeres musulmanas, a las que también se reconoce fácilmente.

Que cada uno piense lo que quiera es un postulado que parece haber inventado la izquierda, que siempre se muestra como adalid de la libertad individual: ¿siempre? No, no siempre, el postulado no aplica cuando estamos hablando del cristianismo, en donde los ataques solapados o directos a las opiniones de los demás se vestirán de cualquier otra etiqueta moralmente elevada para justificar lo injustificable. Ya me he referido en este mismo blog al vandalismo que vivimos con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud de 2011, donde energúmenos insultaron a jóvenes de diversos países del mundo que venían a Madrid, simple y llanamente, a vivir alegremente su fe.

Cuando pensamos en la persecución de los cristianos, es preciso referirse a los países totalitarios que obvian el derecho básico a la libertad religiosa, discriminando, encarcelando, torturando o matando a las personas que no siguen la ideología dominante: Corea del Norte, China, Pakistán, Arabia Saudí, Irak, Siria y un largo etcétera en donde actualmente las minorías religiosas sufren sólo porque su conciencia les lleva a seguir otra fe distinta a la que los tiranos de turno quieren imponer. Entre esas minorías, sin duda los más perseguidos en el mundo son los cristianos, nuestros hermanos en la fe. No podemos callar ante esas tropelías, ahora tristemente de actualidad con los crímenes del autoproclamado estado islámico.

Pero también conviene levantar nuestra voz ante los mismos planteamientos de totalitarismo religioso en los países de tradición cristiana como el nuestro. Bajo la excusa de una falsa laicidad (confunden la neutralidad religiosa del Estado con la obsesión laicista), se profanan símbolos religiosos con la pobre excusa de un arte innovador, se marginan tradiciones porque tienen sentido religioso (a veces, ¡hasta amparándose en la defensa de otros credos!) o se intenta expulsar a los católicos de la vida pública bajo la sospecha de que imponen sus ideas (¡es paradójico!). 

Para una visión más amplia de esta cuestión, recomiendo la lectura del reciente libro de Luis Antequera, que trata extensamente de la persecución de los cristianos, incluido el hostigamiento y acoso al que a veces somos sometidos en las sociedades cristianas. 

Los cristianos no podemos silenciar el sufrimiento de nuestros hermanos en los países donde pagan con su vida o su emigración su fe en Jesucristo, pero tampoco deberíamos callar en nuestro país ante flagrantes incumplimientos del respeto que toda conciencia merece.