EL Rincón de Yanka: LOS SOFISTAS DE HOY, LOS RELATIVISTAS, SUPERFICIALES, SUBJETIVISTAS, ACTIVISTAS, DEMAGOGOS, POPULISTAS: LOS HABLAPAJA DE SIEMPRE

inicio














lunes, 10 de octubre de 2016

LOS SOFISTAS DE HOY, LOS RELATIVISTAS, SUPERFICIALES, SUBJETIVISTAS, ACTIVISTAS, DEMAGOGOS, POPULISTAS: LOS HABLAPAJA DE SIEMPRE


Y como quiera que son muchos los sofistas actuando en la democracia realmente existente de la sociedad política española, hemos tenido que seleccionar algunos campos de acción: la política, el derecho, el periodismo y la enseñanza, escogiendo a cuatro figuras relevantes y paradigmáticas de cada uno de esos ámbitos: 

José Antonio Marina
 Turrión, Baltasar Garzón, Pablo Iglesias y Juan Luis Cebrián.



En la antigua Grecia se le denominaba sofistas a los sabios que utilizaban su sabiduría para hacer fortuna y escalar socialmente a costa de los ignorantes. En aquella época el poseer conocimientos era una virtud que quien la poseyera estaba en deuda con la sociedad para instruir a los jóvenes. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo muchos de estos sabios se dedicaron a “embaucar” a otros ciudadanos para obtener favores, dinero y prebendas. Fueron desenmascarados por diversos filósofos que lucharon frontalmente contra ellos, como lo hicieron Sócrates, Platón y Aristóteles.


Corriente filosófica surgida en Grecia (siglo V a.C.) y constituida mayoritariamente por filósofos venidos de otras polis a instalarse en Atenas, donde abrieron escuelas de enseñanza.
Entre sus más afamados representantes destacan Protágoras, Gorgias, Calicles, Hippias, etc.

Aunque hoy en día el término ‘sofista’ posee un significado coloquial peyorativo (en ese sentido, se entiende por tal a una persona demagógica que juega con los argumentos para ‘enredar’ y ‘confundir’ las cuestiones esenciales, sacando provecho de ello), antiguamente significaba ‘sabio’, nombre que a sí mismo se daban esos filósofos como maestros que eran.

Fueron atacados duramente por Sócrates, Platón y Aristóteles, ya que defendían el relativismo y el pragmatismo, lo que hizo que su mala fama se transmitiera a la posteridad a través de las obras de los autores antes citado. Sin embargo, hoy en día los historiadores de la filosofía han rechazado las acusaciones clásicas, destacando por contra que los sofistas fueron grandes filósofos que abrieron debates de enorme importancia en campos como la ética, la política y la teoría del conocimiento. Actualmente se destaca, sobre todo, sus aportaciones al estudio del lenguaje y de las convenciones sociales, morales, políticas y culturales, etc.

Según estos, los sofistas eran especialistas en engañar a través de “sofismas”, que no eran más que razonamientos incorrectos construidos para aparentar que eran correctos. Es lo que hoy llamamos falacia.
La sociedad de hoy esta atiborrada de sofistas. Con sus medias verdades, corrección discursiva y una formación académica encomiable, lanzan a diestra y siniestra mentiras bien construidas. Como siempre, sus víctimas son los menos letrados.

Sus rasgos filosóficos más sobresalientes fueron:

– La defensa del relativismo, tanto en el ámbito de la moral como en el del conocimiento. Argumentaron que todas nuestras ideas y normas provenían de la experiencia y que, por tanto, no existían verdades inmutables, ya que la propia verdad era fruto de un acuerdo o convención entre los hombres.

– El pragmatismo: tanto sus enseñanzas como sus métodos buscaban siempre una utilidad social; de ahí que concedieran gran importancia a la práctica real y no sólo teórica de la filosofía. Así, sus especialidades más cultivadas fueron la retórica (con el fin de triunfar en la vida pública mediante el don de la persuasión), la lógica (o capacidad de construir argumentos que convencieran a los demás sobre la verdad de lo que uno defendía), la política y la ética.

– El subjetivismo, consecuencia lógica de su relativismo, ya que la verdad y las normas eran para ellos relativas a cada ser humano o a cada grupo social cohesionado -por tanto, puramente subjetivas-, y nunca universales.

– El convencionalismo o teoría de que la política y la ética consistían en acuerdos tomados por una colectividad acerca de lo que era bueno o malo tanto para el individuo concreto como para la nación. Por eso, afirmaban que las normas morales de una sociedad concreta no podían considerarse superiores a las de otra sociedad distinta, ya que ambas eran fruto de las respectivas experiencias históricas y culturales de cada pueblo concreto.















Algunos partidos políticos, y sus propios dirigentes, son un ejemplo típico de ello.

Hay mucho liderazgo sobre la base de un discurso profundamente populista hablando siempre de redimir a los pobres. Sin embargo, cuando les ha tocado gobernar nunca han tomado una sola medida que los favorezca, ni siquiera una obra de relevancia que haya permitido al pueblo atenuar su pesada carga. Lo único que han hecho a su paso es contagiar a la sociedad de sus males internos, sembrando el caos y el desorden.

Pero el caso de “sofisma” mas ejemplar, reciente y resaltable es lo concerniente al argumento de la “dictadura constitucional”. Tiene todas las características que identificaron Sócrates, Platón y Aristóteles en los falsos filósofos de su tiempo. 

Primero, es sostenida por intelectuales de formación y capacidad incuestionable. 
Segundo, utilizan una nomenclatura que, en apariencia es negativa, utilizando la palabra “dictadura”, pero que en realidad es la aspiración positiva de las sociedades democráticas de hoy: Que su andamiaje jurídico se constituya en una “dictadura de la ley”. Además, no puede ser esencialmente malo lo que es dado por decisión del pueblo. 

Por eso es que me encanta la historia. A todos debiera gustarles. Nos permite conocer a los sofistas y charlatanes de ayer, al tiempo que nos da las herramientas para reconocer a tiempo a los sofistas y charlatanes de hoy.


VER+:

«Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento. En pos de los sofismas vienen las revoluciones y en pos de los sofistas vienen los verdugos». Donoso Cortés