EL Rincón de Yanka: SOS: PELIGRO: ESTAMOS RODEADOS DE ESTÚPIDOS

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sábado, 15 de septiembre de 2012

SOS: PELIGRO: ESTAMOS RODEADOS DE ESTÚPIDOS


"No hay nada más peligroso que un estúpido
con iniciativa y con poder".
Yanka




"Si eres superficial, egotista, consumista, materialista, marquista, crédulo, relativista, partidista, consumes mucha televisión y eres como Vicente; entonces, considérate un estúpido, antes de que sea demasiado tarde". Yanka






La humanidad se encuentra (y sobre esto el acuerdo es unánime) en un estadodeplorable. Ahora bien, no se trata de ninguna novedad. Si uno se atreve a mirar hacia atrás, se da cuenta de que siempre ha estado en una situación deplorable. El pesado fardo de desdichas y miserias que los seres humanos deben soportar, ya sea como individuos o como miembros de la sociedad organizada, es básicamente el resultado del modo extremadamente improbable (y me atrevería a decir estúpido) como fue organizada la vida desde sus comienzos. 

Desde Darwin sabemos que compartimos nuestro origen con las otras especies del reino animal, y todas las especies –ya se sabe– desde el gusanillo al elefante tienen que soportar sus dosis cotidianas de tribulaciones, temores, frustraciones, penas y adversidades. Los seres humanos, sin embargo, poseen el privilegio de tener que cargar con un peso añadido, una dosis extra de tribulaciones cotidianas provocadas por un grupo de personas que pertenecen al propio género humano. Este grupo es mucho más poderoso que la Mafia, o que el complejo industrial-militar o que la Internacional Comunista. Se trata de un grupo no organizado, que no se rige por ninguna ley, que no tiene jefe, ni presidente, ni estatuto, pero que consigue, no obstante, estar en perfecta sintonía, como si estuviese guiado por una mano invisible, de tal modo que las actividades de cada uno de sus miembros contribuyen poderosamente a reforzar y ampliar la eficacia de la actividad de todos los demás miembros. La naturaleza, el carácter y el comportamiento de los miembros de este grupo constituyen el tema de las páginas que siguen. 

Con mucho más poder y peligro del que nos imaginamos, el grupo humano de los estúpidos – sin líderes y sin manifiestos – ejerce un gran efecto sobre nosotros y puede llevar a la ruina a la sociedad mejor preparada. Así lo vio el historiador económico Carlo M. Cipolla que estudió la estupidez humana y llegó a describirla en 5 leyes fundamentales.

Uno de los trabajos más divulgados de Cipolla es el breve manifiesto de 1988 titulado "Allegro ma non troppo", en este libro se teoriza sobre la estupidez y como ésta nos afecta diferenciando a las personas en 4 grupos: inteligentes, desgraciados, bandidos y estúpidos, según si sus actos son beneficiosos o perjudiciales para ellos mismos y para quienes les rodean. Así pues, mientras las personas inteligentes benefician a quienes les rodean y a sí mismos, los desgraciados solo benefician a los demás y los bandidos solamente a sí mismos. De los estúpidos nadie – ni ellos mismos – es capaz de obtener más que perjuicios.

En el mismo libro, Cipolla describe 5 leyes fundamentales para la estupidez:

Primera Ley
Siempre e inevitablemente subestimamos el número de individuos estúpidos en circulación.
Segunda Ley
La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica propia de dicha persona.
Tercera Ley
Una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas y no obtiene ganancia personal alguna o, incluso peor, se provoca un daño a sí misma en el proceso.
Cuarta Ley
Las personas no-estúpidas siempre subestiman el potencial dañino de la gente estúpida; y olvidan constantemente que en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, asociarse con individuos estúpidos constituye siempre un error costoso.
Quinta Ley
Una persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que puede existir.

Si todos los miembros de una sociedad fuesen bandidos perfectos, la sociedad quedaría en una situación estancada pero no se producirían grandes desastres ya que los beneficios de unos son los perjuicios de otros. La maldad, por decirlo de alguna manera, es una forma de redistribución, aunque ésta, por cierto, no crea riqueza. Pero cuando los estúpidos entran en acción las cosas cambian completamente. La personas estúpidas ocasionan pérdidas a otras personas sin obtener ningún beneficio para ellas mismas y, por consiguiente, la sociedad entera se empobrece. Esto puede graficarse, trazando una recta de 45 grados que pase por los cuadrantes del bondadoso y el malvado. Toda acción que de lugar a un resultado por encima de dicha recta produce un beneficio mayor al perjuicio generado, mientras que en el caso contrario, todo es pérdida y cualquier beneficio es netamente inferior al perjuicio producido.


El análisis de costo y beneficios de Carlo M. Cipolla permite clasificar a los seres humanos en cuatro tipos de personas según sus acciones. Cada uno de los cuales ocupa un cuadrante en un sistema de coordenadas. Si representamos en el eje de abcisas el beneficio, positivo o negativo, que obtiene el individuo y en el eje de ordenadas el beneficio (+) o costo (-) que causa a los demás:

Bondadoso: aquel que se causa un perjuicio a sí mismo, beneficiando a los demás.

Inteligente: aquel que se beneficia a sí mismo, beneficiando a los demás.

Malvado: aquel que obtiene beneficios para sí mismo, perjudicando a los demás.

Estúpido: aquel que causa pérdidas a otros, perjudicándose a la vez a sí mismo.

En primer lugar, los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido. Una persona inteligente puede entender la lógica del malvado, pues sus acciones pueden seguir un modelo de racionalidad en busca de beneficios. Puesto que no es suficientemente inteligente como para imaginar métodos con que obtener beneficios para sí procurando también beneficios a los demás, deberá obtener su beneficio causando pérdidas a su prójimo. Esto no es justo, pero es racional, y por ser racional, puede preverse.

Con una persona estúpida todo esto es absolutamente imposible. No existe modo racional de prever si, cuando, cómo y por qué, un estúpido llevará a cabo su perverso ataque. Frente a un individuo estúpido, todos quedan completamente desarmados.

Parece ser que no hay manera de vencer a la estupidez; pero sí de controlarla y confiar en la inteligencia de las personas no estúpidas: porque el hecho de que una sociedad prospere o no, se debe a que este conjunto de personas inteligentes es capaz de mantener a raya a los estúpidos.

Para el ensayista francés Lucien Jerphagnon, que falleció el pasado mes de septiembre, llevamos desde el mundo antiguo conviviendo con los estúpidos. Así lo constata en el libro ¿La estupidez? Veintiocho siglos hablando de ella. El texto recoge citas de ilustres pensadores de la historia: de San Agustín a Milan Kundera pasando por Gustave Flaubert. Todos ellos tienen algo inteligente que decir sobre la estupidez.

Giancarlo Livraghi, formula algunos corolarios interesantes a partir de estas 5 leyes:

Primer Corolario: En cada uno de nosotros hay un factor de estupidez, el cual siempre es más grande de lo que suponemos.

Segundo Corolario: Cuando la estupidez de una persona se combina con la estupidez de otras, el impacto crece de manera geométrica, es decir, por multiplicación, no adición, de los factores individuales de estupidez.

Tercer Corolario: La combinación de la inteligencia en diferentes personas tiene menos impacto que la combinación de la estupidez, porque (Cuarta Ley de Cipolla) ”la gente no estúpida tiende siempre a subestimar el poder de daño que tiene la gente estúpida”.

Esto se debe a que la estupidez no razona, no necesita pensar, organizarse o planear para generar un efecto combinado, mientras que la transferencia y combinación de la inteligencia es un proceso mucho más complejo.

Otro elemento peligroso en la ecuación (tal como lo señalaba Carlo Cipolla) estriba en que el aparato del poder tiende a colocar “malvados inteligentes” en la punta de la pirámide (que algunas veces resultan ser “malvados estúpidos”); y ellos, a su vez, tienden a favorecer y proteger la estupidez y mantener fuera de su camino lo más que puedan la genuina inteligencia.

El poder está en todos lados. Todos estamos sujetos al poder de otros y (si no en casos de extrema esclavitud) todos ejercemos poder sobre alguien. Sería demasiado complicado, para el propósito de este análisis, entrar en el terreno complejo de la multiplicidad de las relaciones humanas. Por este motivo me limito a los casos más obvios de “poder”: esas situaciones en las cuales cada uno tiene un rol definido de autoridad sobre un gran (o pequeño) número de personas.
En teoría, todos estamos más o menos de acuerdo sobre el hecho de que debería haber la menor cantidad posible de poder; y que quien tiene poder debería estar sujeto al control de las demás personas. Este es el sistema al cual llamamos “democracia”. O lo que en las organizaciones llamamos repartición de tareas, colaboración, motivación, compromiso, responsabilidad distribuida – al contrario de autoridad, burocracia, centralización, disciplina formal y lealtad.

Pero son muchas las personas que no desean una verdadera libertad. La responsabilidad es un peso. Es más cómodo ser un seguidor pasivo de las decisiones de otros ya que es más fácil culparlos en caso de fracaso. Por otro lado, algunas personas aman el poder, les da placer y gozo. ¿Será esa actitud estúpida?. Como se dedican con más energía a los notables esfuerzos y sacrificios necesarios para tener más poder y están dispuestos a asumir riesgos, a menudo estas personas llevan las de ganar.
Ahora bien, supongamos que en el poder hay tantos estúpidos como en el resto de la sociedad. Surge una diferencia fundamental. Queda claro que las personas en el poder tienen más poder que las otras personas. Por otro lado, en el método de Cipolla se establece que los resultados de un comportamiento no deben ser medidos desde el punto de vista de quien hace las cosas (o no hace lo que debiera) sino desde el punto de vista de quien sufre sus efectos. Así pues, el daño (o el beneficio generado) será diferente, según el número de personas afectadas y a la intensidad de las consecuencias de una decisión.

Si en una “relación entre dos iguales” una persona consigue una ventaja equivalente al daño que inflige al otro, esa persona en la definición de Cipolla sería un “malvado” en el límite de la inteligente, mientras el otro es un “perfecto bondadoso” ya que el sistema, en términos distributivos, permanece en equilibrio. Claro está, que esto no es así cuando hay una asimetría de poderes ya que, dado que el poder afecta a un gran número de personas, se pierde todo posible equilibrio, incrementándose el factor de estupidez.
¿Cómo hace una persona para tener poder? A veces lo logra sin querer. A alguno se le da confianza porque se confía en esa persona. En ese modo el poder es atribuido a personas capaces, competentes y con un fuerte sentido de la responsabilidad. Este proceso tiene buenas probabilidades de generar poder “inteligente”. Una situación en la cual las personas elegidas hacen el bien a sí mismos y aún más a los otros. A veces se puede arribar al sacrificio, cuando las personas se hacen daño a sí mismas por el bien de los otros. Pensemos en las huelgas de hambre que iniciaba Gandhi, por ejemplo.

Sin embargo, suele haber menos ejemplos de “poder inteligente” de los que nos gustaría ser testigos. ¿Por qué será? El motivo radica en la existencia de la competencia. La competencia por el poder. Aquellos que no buscan el poder per se, sino que velan por el bien de los otros, tienen menos tiempo, recursos y energías para gastar en la conquista ciega del poder y por eso tienden a perderlo.
Quienes están sedientos de poder se concentran en la lucha por éste, independientemente de sus efectos sobre la sociedad y peor aún, cuando lo obtienen, son inducidos a pensar que están en el poder por que son mejores, más capaces, más inteligentes, más sabios que el resto de la sociedad. No es que sean más inteligentes, ni más estúpidos, que los otros. Estas personas a menudo son hábiles y astutas. Sin embargo, siguiendo las ideas de Cipolla, debemos recordar que la estupidez y la inteligencia se miden sobre la base de sus efectos. Así pues, se podría concluir que el poder, como sistema, es mucho más estúpido de cuanto puede serlo una persona común. Lamentablemente, debemos convivir con el poder y, por ello, con su inherente estupidez.

Cómo eludir esta situación, Carlo Cipolla comentaba que en todas las etapas de la historia «cada país en ascensión posee un no común alto porcentaje de personas inteligentes que intentan mantener la fracción de estúpidos bajo control, y que, en el mismo tiempo, producen ganancias para si mismos y para otros miembros de la comunidad, suficientes para convertir el progreso en certidumbre». Así mismo, nos afirma que «en un país – o, digo yo, cualquier comunidad -en declive el porcentaje de individuos estúpidos es constante; igualmente en la restante población se nota, especialmente entre individuos en el poder, un alarmante crecimiento de malvados con un alto porcentaje de estupidez – y, entre aquellos que no están en el poder, un igualmente alarmante crecimiento de la cantidad de desproveídos. Semejante cambio en la composición de la población de los que no son estúpidos refuerza inevitablemente el poder destructor y lleva el país hacía su propia ruina». La reversión de esta tendencia a veces es posible, pero requiere una combinación de factores muy poco comunes, como la convergencia de personas inteligentes capaces de asumir poder con un empuje colectivo para introducir un cambio trascendente. Cierto es que un escenario turbulento y vertiginoso puede ofrecer mucho espacio al poder de la estupidez, aunque no es imposible que provoque procesos inteligentes.
Piensa en esto cuando tengas que ir a operarte con tu médico o, cuando tengas que pedir un consejo a tu amigo o, necesites a alguien de tu confianza o crédito.
Porque eliges o escoges lo que tú también eres. 
Esta es la sociedad que vamos construyendo: capitanes de barcos que abandonan los primeros el barco como las ratas, choferes de buses o de trenes que se duermen o van como locos, medios televisivos que pagan a los criminales al invitarlos a sus programas de telebasura, periodistas corruptos, jueces corruptos, políticos inmunes, etc.....

La estupidez emocional frente a la inteligencia emocional


"La forma inteligente de mantener a la gente en un estado de pasividad y obediencia es moverse siempre en el espectro de opiniones respetables, con enorme debate dentro de ese espectro, incluso animando a las personas más críticas y disidentes. De ese modo, la gente tiene la sensación de tener un pensamiento libre, mientras que, en realidad, sólo se refuerzan los preceptos del sistema dentro de los límites del debate acordados". Noam Chomsky

VER+:



¨Vivimos en la época de los teléfonos inteligentes, 
y de las personas estúpidas¨