EL Rincón de Yanka: CONTRA LA NUEVA EDUCACIÓN LIGHT, EMOCIONALISTA DE "UN MUNDO FELIZ"

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miércoles, 19 de octubre de 2016

CONTRA LA NUEVA EDUCACIÓN LIGHT, EMOCIONALISTA DE "UN MUNDO FELIZ"



"Educar no es dar carrera para vivir, 
sino templar el alma para las dificultades de la vida". 
Pitágoras


"El porvenir está en manos del maestro de Escuela. 
Victor Hugo 

"Educar a un joven no es hacerle aprender 
algo que no sabía, 
sino hacer de él alguien que no existía"
John Ruskin



El gran educador inspira". 
William Arthur Ward


*Alberto Arroyo:

"Lo que yo critico es que en la línea hegemónica de esa nueva educación sí parezca que se antepone el sentido lúdico al esfuerzo que conlleva cualquier aprendizaje, que se dé a entender que el éxito es fácil y que lo importante es una felicidad de libro de autoayuda. Que, en la realidad, se acaba arrinconando la disciplina, el esfuerzo y la atención. Ellos mantienen que el alumno de hoy tiene diferentes necesidades pero lo cierto es que sólo un sistema educativo riguroso y que exija esfuerzo garantiza la movilidad social. Ese sistema sería mucho más eficaz que el paternalismo y el buenismo hacia los estudiantes con menos recursos. Cualquier aprendizaje necesita disciplina y tenacidad. Un mal sistema educativo perjudica al pobre cultural, a aquel que en su entorno familiar no puede escuchar un vocabulario rico. En el fondo de esta cuestión sobre la nueva pedagogía está la pregunta de qué queremos que haga la escuela, si los niños van a ir a ser felices o a aprender. La escuela tiene que dar formación, no es un lugar donde enseñen la búsqueda de la felicidad.



Yo tengo que defender la memorización y otra cosa distinta es que se memorice todo sin entender nada. Yo intento contrarrestar la deriva de la enseñanza. Es fundamental en la educación.



Hablamos de fracaso escolar cuando el alumno no promociona. Pero el fracaso también es ver si ha aprendido lo que debería saber. Pero nadie dice que no se deba evaluar el sistema, deberíamos analizar qué se hace mal. Y uno de los principales errores es que cada vez más se han ido rebajando los contenidos. Sólo hay que ver los libros. Si, como mantienen los pedagogos, el conocimiento está en internet, para qué vas a aprender en un libro quién fue Colón si está en Google. No se dan cuenta de que internet puede ser un lío terrible para gente que no tiene los recursos para discernir.


Es que las cualidades que se ven en el deporte como positivas, son las que se quieren desterrar de la educación. Cualquiera elogia a Nadal pero, si se habla de alta cultura, se considera elitista, segregador, clasista. No sé qué tiene de malo el elitismo si los que llegan arriba son los que se lo merecen. ¿Queremos una meritocracia? Eso es que lleguen los más capaces, los mejores, los más honrados. Ahora no lo estamos viendo en política, por ejemplo, donde, aunque creo que hay muchos honrados, no suelen llegar a lo más alto los más capaces.El hecho de haber arrinconado los conceptos de esfuerzo y disciplina, ¿cree que ha tenido efectos en la sociedad en general?No fortalece la responsabilidad individual. Creo que nos hace falta, antes de quejarnos de todo, un poco más de compromiso y de autocrítica, apelar más a la responsabilidad individual. Soy de los que piensa que, si cada uno de nosotros intentamos hacer nuestro trabajo lo mejor posible, eso tiene un efecto contagioso".



“Lo que hacemos es importante. Y todos, en algún momento, hemos sentido la satisfacción de comprobar que hemos ayudado a alguien, que hemos contribuido a que un alumno tome una buena decisión”. (p. 202)



El educador (profesor, maestro, formador; a veces los términos son intercambiables) no puede perder de vista para qué realiza su labor.

Es una tarea continuada, que deja huella, pese a que en ocasiones no llegue a ver los frutos.
En cierta medida, es desinteresada.

Y, siempre, a largo plazo.



“Uno enseña [...], influye [...], da ejemplo [...], con la intención de poner su granito de arena en relación con cada uno de los alumnos que pasan por sus manos, con el noble propósito de colaborar en el desarrollo de sus capacidades hasta lo máximo de lo que puedan y quieran dar, de sembrar en ellos la curiosidad por aprender y disfrutar de lo que uno aprende”. (p. 201)



“Pretendo defender con argumentos y con innegable entusiasmo un modelo de instrucción pública serio, ilustrado, basado en el conocimiento y la exigencia, que ejerza su función de palanca de mejora social para las personas y se aleje de supercherías y propuestas excéntricas mejor o peor intencionadas”. (p. 25)




“A cada ocurrencia educativa estrafalaria que conozco, a cada nueva manifestación del “reverso tenebroso”, salto raudo, movido por una especie de resorte que me impide asumir sin presentar batalla ante tanta propuesta grotesca”. (p. 84)

"A medida que la libertad política y económica disminuye, la libertad sexual tiende, en compensación, a aumentar. Y el dictador hará bien en favorecer esta libertad, En colaboración con la libertad de soñar despiertos bajo la influencia de los narcóticos, del cine y de la radio, la libertad sexual ayudará a reconciliar a sus súbditos con la servidumbre que es su destino". Aldous Huxley, prólogo del libro «Un Mundo Feliz (1932)».

En todo caso, son muchos. Adjunto una relación alfabética de los autores a los que trata de desmontar.

Conozco a varios; a alguno de ellos, en persona.

Tienen un rango de solvencia dispar: algunos son unos “singermornings” (cantamañanas, en terminología royiana): pese a resultar peligrosos, no precisaban tanto detalle. Sus palabras hablan por ellos y les desenmascaran al instante. Según mi particular criterio, no merecían tanto esfuerzo.


Otros son interesantes; aportan ideas valiosas pese a que puedan (o deban) ser reformuladas. Ahora omito mencionar en quiénes pienso, dejando abierta la posibilidad de presentar argumentos, si se precisan.

Y algunos no pertenecen al ámbito educativo, pese a que hayan opinado, como podrían haberlo hecho sobre cualquier otro asunto. No merecía la pena detenerse en ellos: El cerebrocentrista Punset y el espitualista NEW AGE  de Coelho. 

En todo caso, la lista de aquellos contra los que arremete, es:Acaso, María / Alberca, Fernando / Aren, Belén / Barajas, Sebastián / Bona, César / Coelho, Paulo / Daniels, Kristin /Figel’, Ján / García Pérez, José Blas / García-Rincón de Castro, César / Laporte, Joan-Ramon / Marina, José Antonio /Pedró, Francesc / Pérez-Orive Carceller, José Félix / Prensky, Marc / Punset, Eduard / R. / Rallo, Juan Ramón /Rodríguez, Germán / Rodríguez Hernández, Antonio / Robinson, Ken / Sáenz de Miera, Ana / Sánchez Bayo, Alberto /Server, Richard.

Pero quizá resulta pobre comparar la lista de los que critica (“los iluminados”) con la de aquellos que elogia (“los serios”).

Enkvist, Inger / Fontanieu, Jérémie / Innerarity, Daniel / Luri, Gregorio / Moradiellos, Enrique / Moreno Castillo, Ricardo



“Convendría entonces no andarnos por las ramas. Todos estamos de acuerdo en que la educación es importante. Lo estamos también en que una sociedad con una adecuada educación pública tendrá mayor capacidad de progreso que la que no disponga de ella [...]. Entonces, ¿dónde está el problema? Quizás en la manera en que unos y otros entendemos que es posible conseguir el ideal de una sociedad instruida, formada humana y académicamente, crítica y con valores, en lo que entendemos que es principal para su consecución y en lo que entendemos que es accesorio, en la importancia que concedemos, por ejemplo, a la transmisión de conocimientos y en la que damos a otros objetivos más abstractos o más vistosos. Y ahí la pedagogía no termina de cumplir con su misión (que no es otra que la de ayudar a los profesores a conquistar esa meta) al enrocarse en una concepción fantasiosa de la enseñanza, como si la racionalidad fuera incompatible con la búsqueda de las estrategias didácticas más eficaces”. (p. 175)



“Lo que me cuesta más comprender es cómo podemos profundizar en un tema si no es el profesor (el que sabe) el que se lo explica al alumno (el que no sabe)”. (p. 161)

“Debería propiciarse el aprendizaje de recursos y metodologías definidas, pero al mismo tiempo abiertas a ser adaptadas e incorporadas a las estrategias de cada profesor y siempre directamente relacionadas con su disciplina académica. Y todo ello sin olvidar que la metodología que a un docente le funciona no tiene por qué ser eficaz para otro, como tampoco dos alumnos responden igual ante la misma estrategia didáctica.

[…] A veces nosotros mismos, los profesores que renegamos de la pedagogía, pecamos de poco hábiles, y nos situamos en la trinchera en lugar de desarrollar nuestro razonamiento, justificando que una cosa es la pedagogía (la didáctica) y otra muy distinta la pedagogía oficial, la del ‘establishment’ educativo”. (pp. 172 – 173) 

“Entonces, ¿por qué no practicar mejor la música, la lectura, la escritura, el cálculo... que son, además, habilidades que adquirimos sólo mediante el aprendizaje y no son, por tanto, innatas?”. (p. 95) 

“Todo docente expresa emociones mientras enseña (emociones que no encontraremos en las nuevas tecnologías)”. (p. 118) 
“La pasión y la extravagancia son conceptos distintos”. (p. 110).




*Alberto Royo es profesor y autor del libro “contra la nueva educación”, y explica en el plató de ‘Zoom’ la confusión que para él existe entre lo nuevo y lo bueno. ¿Debe primarse la felicidad y la creatividad sobre la educación? Para Royo, se están descontextualizando algunas situaciones. “Aprender no es siempre divertido, pero contribuye a la felicidad”, asegura.

Academia de los pedagogos
Alberto Royo 

«Bergman es el único genio del cine actual», aseguraba el escritor de chistes televisivos Isaac Davis –Woody Allen– en Manhattan, a lo que contestaba Marvy –Diane Keaton–, la snob neoyorquina: «¡Pero si sois de lo más opuesto! El programa que escribes para televisión es brillantemente divertido, mientras que su perspectiva es típicamente escandinava, lúgubre, todo está impregnado de Kierkegaard, es algo ingenuo, pesimismo a la moda… Todo ese silencio, el silencio de Dios… Muy bien, me encantaba cuando estaba en la universidad de Radcliffe, pero eso ya está superado… ¡Totalmente superado! ¿Acaso no ves que se trata de un intento de dignificar los propios traumas psicológicos y sexuales poniendo como parangón ciertos principios filosóficos? ¡No es más que eso!».

Seguro que muchos de ustedes recordarán la escena, como recordarán la Academia de los sobrevalorados que la engreída Marvy y Yale, el íntimo amigo de Isaac, se inventaron para despotricar de Bergman, Mahler o Van Gogh. Si bien el ingenio de Allen nos permitió disfrutar con natural complicidad de aquella lista de personajes supuestamente más estimados de lo que merecían, en la educación la cosa tiene menos gracia. El inventario de nombres, ideas y prácticas que los gurús, expertos y pedagócratas insisten en desechar, por poco modernas, poco vistosas o poco impactantes, resulta mucho más penoso, irracional y, si me apuran, pernicioso. La lista sería más larga que la de Schindler, así que voy a referirme solamente a algunos de estos conceptos que hoy podrían integrar una Academia educativa de sobrevalorados.

Voy a comenzar por la clase magistral, confundida habitualmente con la técnica expositiva, que es esa que utilizan en sus conferencias los expertos para criticar que nosotros, los profesores, la empleemos en clase y que, curiosamente, se ha demostrado como una de las estrategias didácticas más eficaces (claro que, ¿para qué intentar ser eficaz si se puede ser mediático?). En efecto, que un profesor explique su materia a sus estudiantes se ha convertido, qué tiempos estos, en algo reprochable (como si explicar bien fuera tan sencillo). Parece que los alumnos son capaces de debatir, construir conocimiento y descubrir el saber y la cultura sin nuestra participación (además, ya saben que el conocimiento está hoy a golpe de clic). Descartemos, pues, el método explicativo y la clase magistral. Aspiremos a una clase defectuosa y confusa. Verán qué risas.

Vayamos ahora con la disciplina. Hablar de disciplina te convierte en un tipo beligerante y sospechoso de querer recuperar el servicio militar o invadir Gibraltar (o de aficionado al látex, vaya usted a saber), pese a que rechazar la disciplina es sencillamente estúpido, puesto que la disciplina, el orden, la organización y el rigor son necesarios para el (buen) desempeño de cualquier actividad, sea esta más o menos libre, más o menos dirigida. Incluso para trabajar la improvisación musical, ejercicio en el que la espontaneidad y la creatividad están presentes, es indispensable tener disciplina (y entrenarla), si lo que queremos, obviamente, es hacer algo bien y no regular, en cuyo caso nos tendremos que contentar con lo que salga.

Otra idea anatemizada por el pedagogismo es la idea de exigencia. En mi opinión, no hay mayor muestra de respeto hacia a un alumno que ser exigente con él, ya que no hay aprendizaje sin exigencia, como no hay (buena) enseñanza sin autoexigencia. Y créanme cuando les digo que un alumno es una persona en formación, desde luego, pero no un idiota al que hay que contentar y mantener en una cómoda ignorancia. Tenemos con nuestros alumnos la responsabilidad de incomodarlos y estimularlos para que desarrollen todo lo posible su potencial. No nos lo agradecerán ahora, ni haríamos bien en anhelarlo, pero probablemente lo harán en el futuro, aunque en muchos casos nunca llegaremos a saberlo.

Relacionada con la exigencia, la excelencia es otra palabra que no conviene mencionar en según qué foros. Sin embargo, pocos objetivos lograremos si nos ponemos bajo el listón y renunciamos a aspirar a ella. Soy consciente de que no todos mis alumnos podrán alcanzarla, pero mi trabajo consiste en desearla para todos ellos. Y estoy convencido de que apuntando alto llegarán mucho más lejos que siendo conformistas. Hay quien piensa que este posicionamiento es clasista. Clasista sería pretender que sólo los más pudientes avanzaran. Exigir menos al pobre no es compasivo; es, esto sí, profundamente clasista. No lo es perseguir que cualquier alumno, independientemente de su origen socioeconómico, tenga la oportunidad de progresar.

Vayamos con otro término reprobado por nuestras estrellas de la educación: memorización. Quienes sostienen (de forma errónea, pero contumaz) que la enseñanza es excesivamente memorística pierden de vista algo tan elemental como que aquello que no se ha fijado en la memoria es que no se ha aprendido y que ningún (buen) profesor pide a sus alumnos que se limiten a memorizar o que memoricen sin comprender nada. El músico de jazz guarda en su memoria escalas, acordes y melodías que le permiten improvisar después. El actor ha de saberse su papel para poder interpretarlo.

Casi tan mal vista como la memoria está la repetición, que también es esencial (¡qué bien lo sabemos los músicos!). Al Pacino defendía en una entrevista la repetición de una escena como parte fundamental del aprendizaje del actor. Y también como algo apasionante por el propio perfeccionamiento que supone y porque ninguna repetición es igual a la anterior. «Amo la repetición», decía Pacino, «porque me mantiene fresco (…) Todos me preguntan si actuar una y otra vez no es aburrido. ¡No! Es en la repetición donde la creación y la expresión aparecen». Se dice que Stanley Kubrick necesitó cuatrocientos días para rodar Eyes wide shut. O podemos referirnos a Mondrian, que corregía los lienzos una y otra vez hasta que quedaba satisfecho. La repetición sigue siendo un excelente método de aprendizaje.

Y llegamos a la palabra más denostada por la Pedagogía oficial: esfuerzo. Todavía hay iluminados que parecen creer que cuando algunos hablamos de que el alumno ha de sacrificarse es porque estamos pensando en practicar sacrificios humanos para apaciguar a los dioses o en algo parecido. Digamos claramente que no hay nada que valga la pena que pueda conseguirse sin esfuerzo y que es este esfuerzo el que da valor a aquello que aprendemos. El mejor consejo que podemos dar a un estudiante es: interésate, presta atención, persevera, sé disciplinado, exígete, sé ambicioso para superarte a ti mismo y confía en que tu esfuerzo te va a servir. Sé valiente y atrévete a saber, que diría el clásico. O, como afirmaba el propio Isaac en Manhattan, «el talento es pura suerte. Lo más importante en la vida es el coraje».

VER+:






El decálogo de la buena educación
Si tus hijos te dicen estas 10 cosas estás educándolos bien
Si tu hijo te dice a menudo estas 10 frases puede ser un síntoma que estás educándolo bien. Comprueba si las has escuchado alguna vez y reflexiona sobre ellas.
Compleja y maldita educación

Digo compleja porque educar a los niños no es ninguna tarea fácil. Publiqué hace un año un artículo que se hizo viral sobre 20 claves para saber si estás educando bien a tu hijo y ahí mostraba unas claves para la buena educación, siendo consciente de la complejidad de educar.

Y digo maldita porque cuando uno quiere educar bien, se enfrenta a la incertidumbre que genera la fusión de la buena y la mala educación que se produce en el barrio, en el patio durante el recreo o en cualquier otro escenario donde los niños convivan y compartan entre ellos parte de su herencia de la buena y la mala educación de sus hogares, de sus familias.

Hoy quiero compartir algunas de las frases que se pueden escuchar a niños sometidos en sus casas a un estricto régimen pseudomilitar, bajo la supervisión de padres en peligro de extinción y no influenciados por modas pasajeras del ámbito de la educación. Pero... a quienes admiro desde este lugar de internet y les arropo con esta publicación. ¡Seguid así, que ese es el camino!

1. Todos mis amigos tienen más y mejores consolas que yo

Mumm, muy bien! si escuchas esto a menudo es porque te preocupa que tu hijo no solo esté en este mundo para jugar a decenas de videojuegos y tener diferentes consolas. Una o dos puede ser más que suficiente. Una para casa y una portátil, para llevarla de viaje; con esto ya están cubiertas las necesidades básicas (si se le puede llamar así) del tiempo de ocio destinado a los videojuegos. Si le acostumbras a tener todas las que salen nuevas, serás un gran cliente de las grandes marcas de videojuegos pero no serás un buen educador.

2. Los padres de mis amigos les dejan ver realities y otros programas de TV de horario nocturno

Soy consciente que esos "malditos" padres os perjudican a muchos de vosotros, respirad y contad hasta 10 cada vez que escuchéis decir esto a vuestro hijo. Luego preguntarle qué le puede aportar para su crecimiento personal ver esos programas. 

3. Quiero un perro como el del vecino y nunca me lo quieres comprar

No por favor, y aunque tengas dinero nunca se lo compres. Primero pregúntale si él se hará responsable de bajarlo todos los días, lavarlo, limpiar lo que ensucia en casa, poner la comida y bebida a diario, llevarlo al veterinario, etc. Si aún así dice que si, entonces un día lo llevas a la protectora más cercana y allí preguntéis por el perro que mejor se adapte a vuestro hogar. 

4. No entiendo por qué tengo que hacer tanto deporte

Si te dice esto es buen síntoma, hay muchos niños comodones que no les gusta esforzarse, el deporte es un gran medio para trabajar los valores de esfuerzo, resiliencia, sacrificio, constancia... Valores que serán necesarios en el mundo adulto. Dejarse llevar por lo que quiere un niño sedentario, es crear las bases de una persona condenada al sedentarismo. Desde pequeño debemos establecer un hábito hacia el deporte, y ser conscientes que al principio puede no gustar a los niños. Eso sí, no te pases inscribiéndolo a muchos deportes.

5. Nunca me compras ropa de marca

Y qué felices los hacemos cuando de repente un día le compras una sudadera Nike! Lo importante es tener ropa, la marca es lo de menos. Debemos decirles que no siempre las marcas ofrecen calidad, y que incluso, si la compra puede que otros veinte niños lleven la misma prenda. Enséñale a valorar si le sienta bien, si le gusta el tacto de esa prenda, los colores, si ahorra dinero con la paga al no comprar una de marca, etc. 

6. Mis amigos van a un restaurante de comida rápida una o varias veces a la semana y nosotros casi nunca 

Qué malos son los padres que no van casi nunca a los restaurantes de comida rápida y se preocupan por darle la mejor alimentación a sus hijos a base de caldos y comidas bien preparadas con ingredientes lo más naturales posible. Estoy seguro que cuando vaya a un restaurante de comida rápida lo va a disfrutar mucho más que el niño que va 3 veces por semana. Estas son las cosas que os agradecerán cuando sean adultos.

7. Todos mis amigos tienen móvil menos yo

También puede decirte que todos los amigos tienen mejores móviles que él. Si tiene móvil, tendrás que enseñarle a usarlo, gestionarlo, hacerle ver el gasto que conlleva para ti, decirle que lo cuide, que lo use a unas determinadas horas del día, que no envíe ni comparta cosas que puedan estar relacionadas con valores negativos, bullying, etc. En definitiva, que tendrás que emplearte a fondo para que no sea un niño o adolescente cuyos papás le han cedido al móvil la función de su tutoría y acompañamiento en la vida. Si no tiene móvil, invítale que te diga 5 razones importantes para que se lo compres. Me temo que no llegará a las 5. 

8. Todos mis amigos tienen Instagram

Es increíble como muchos padres consienten que sus hijos menores de edad estén enganchados a diferentes redes sociales solo con el objetivo de compartir fotos de su cuerpo o estética corporal, llenas de filtros y desvirtuando la realidad. El mundo no necesita cuerpos bonitos, necesita mentes sabias.

9. Todos mis amigos se acuestan a la hora que quieren

Los niños deben tener horarios y el sueño está dentro de ese horario. Puedes establecer dos tipos de hora para acostarlos, la diaria adaptada al horario de la escuela y la de fin de semana. Lo importante es que descanse las horas que recomiendan los expertos en pediatría y sueño. Hay niños que van con mucho sueño al colegio y no son capaces de prestar atención o seguir la explicación del profesor, lo que puede conducir a un fracaso escolar.

10. A todos mis amigos les dan una paga mayor que la mía

Dice un viejo proverbio chino "Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida"

Acostumbrar a los hijos a recibir pagas grandes sin apenas hacer esfuerzo para conseguirlas es crear una obligación que no tienes por qué tener. Conforme avance en edad te irá pidiendo más y más cuantía, y llegará un momento a los 16 años, que te pedirá semanalmente 50 euros a los que no podrás acceder. Ahí empezará un conflicto familiar difícil de resolver.