EL Rincón de Yanka: 😱 PEDRO LEZCANO: "QUE NO ME PIDA LICENCIA QUIEN QUIERA CANTAR MIS VERSOS"

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sábado, 13 de mayo de 2017

😱 PEDRO LEZCANO: "QUE NO ME PIDA LICENCIA QUIEN QUIERA CANTAR MIS VERSOS"



"Es necesario que la palabra se pronuncie, suene, para que se realice plenamente. Con estas consideraciones no estoy abogando por un género determinado de poesía en detrimento de otros. Sólo afirmo que el olvido secular de la palabra sonora, de la palabra entera y verdadera que vibra entre los hombres, aunque no alcance más allá de donde alcanza un grito, el abandono de esta poesía oral para ser escuchada, que deja la partitura y hace temblar el aire instrumental y cálida, ha propiciado la decadencia del poema como instrumento social transformador. Quizá algunos de los poetas presentes en esta sala se preguntarán si les estoy conminando a lanzarse a las calles como rapsodas populares. Lejos de mí aconsejar una conducta que yo mismo no sigo. Otros cantores se han atrevido a hacerlo. León Felipe, por ejemplo, pasó sus años últimos recorriendo caminos para decir sus versos. Pero por experiencia propia he comprobado el sorprendente influjo que la palabra sola puede ejercer en auditorios multitudinarios. 

cuando el primer hombre inscribió sobre piedra sus primeros versos, no intentaba comunicarse con sus contemporáneos, sino con la posteridad. La inscripción es un mensaje a través del tiempo. Cómo método de conocimiento, nada más indicado que el soliloquio de la escritura. El poeta medita largamente y fija en grafismos su palabra, no importa si en lenguaje oscuro, simbólico, esotérico, porque el lector posible tiene toda la eternidad para interpretar su sentido. Pero la suerte de este escritor ensimismado en experimentos filológicos, no es otra que la soledad, la soledad de la incomunicación. A lo largo de la historia literaria, abundan los ejemplos en que apoyar la tesis que defiendo. Que demuestran cómo ambas tendencias de la poesía son válidas, igual que dos riberas de un solo río. Rememoremos un ilustre nombre, que nos daría luz si pudiera responder a nuestras preguntas. Don Luis de Góngora y Argote. En Góngora se da la poesía más críptica y dificil en coexistencia con otra popular y meridiana como una canción infantil. Se atribuían a Góngora dos épocas distintas que correspondían a dos estilos opuestos de concebir la poesía. Los estudios de Dámaso Alonso dejaron claro que ambas formas de expresión eran coetáneas. Así los sonetos al Escorial, en vida de Felipe II, ya eran netamente culteranos, y en años posteriores escribió los romances más festivos y claros. En 1612, rebasados ya los cincuenta años de edad, Góngora compone romancillos, endechas y letras para cantar. Un año después, Góngora, termina la primera parte de sus Soledades. Como sobrecogido por una obra colosal de más de dos mil versos, plena de sintaxis latina, de neologismos y novedades deslumbrantes, Góngora parece tantear la validez de su creación enviándosela a su íntimo amigo Pedro de Valencia. La obra se titula Soledades, y parece pronosticar la soledad literaria que sumirá al autor. Eximios contemporáneos como Lope de Vega y Quevedo se burlan en sus barbas de aquel estilo intrincado y dificil. Góngora se quedó solo con su invención estilística, gloriosamente solo, junto a unos pocos imitadores. Tuvieron que pasar trescientos años justos desde su muerte, para que Góngora resucitara del olvido como inventor del culteranismo. Fue la generación del 27, la más ingente de la historia poética en lengua castellana, la que revalorizó su poética de investigación; pero sin olvidar la otra obra del poeta cordobés: sus canciones y romancillos nostálgicos de infancia que hasta los niños podían entender y cantar. La generación del 27 aprendió de Góngora que la poesía es múltiple y extensa. Se acabaron los dictados dogmáticos de los estetas que pretenden uniformar la inspiración libérrima. Yo destacaría a Rafael Alberti, entre los creacionistas del 27, como el desmitificador de la monotonía en el arte. Libros como Marinero en tierra, Cal y Canto, Sobre los ángeles y su teatro político, editados a cortos intervalos, hacen imposible la catalogación de este gran compendiador de la lírica, que acoge, asume y reinventa casi todas las escuelas de la poesía contemporánea.

Oigamos este breve poema de Blas de Otero: 

Quiero escribir un día de cara al hombre de la calle, y qué terrible si no se parase. Quiero escribir un día de cara al hombre que no sabe leer, y ver que no escribo en balde. A estas alturas, desde el año 2000, podemos tener la certidumbre de que gran parte de los poetas sociales de entonces fracasaron en su empeño por armonizar el lenguaje popular y la alta calidad literaria. Algunos cayeron en la ardorosa proclama, en el panfleto prosaico aunque bienintencionado. Pero sea como fuere, lo que no tiene justificación posible, es la postura de escritores posteriores que huyen como del diablo de los temas con resonancia social. Son tan exquisitos que juzgan contaminantes los temas del pueblo como colectividad que sueña y sufre. Los poetas de mi generación pensamos que merecía la pena probar si la poesía servía o no para algo. Equivocados o no, ilusos o realistas, aquello fue una lucha lógica y consecuente.

Celaya había escrito: La poesía es un instrumento entre nosotros para transformar el mundo. Una década antes, yo había citado al dramaturgo alemán Bertold Brech, cuando afirmaba que todo el arte podía ser capaz de transformar el mundo. Ignoro si estas afirmaciones responden sólo a la esperanza o a la megalomanía de los creadores. Se ha negado después la influencia del arte en el transcurso de normas sociales. La poesía no es más que una espada de papel, dijeron los estetas novísimos. Paliar con versos el hambre del tercer mundo es como enviar a los pueblos famélicos teteras de porcelana. Acaso tuvieran razón los puristas del arte. No me importa, porque la validez del arte no se mide por la rentabilidad de sus frutos. La poesía mística seguirá siendo válida aunque no sirva para convertir a herejes; los versos amorosos de Petrarca serán siempre admirables aunque no curen la frigidez. El poeta tiene el oficio y el deber de pronunciar los nombres verdaderos de las cosas, y siempre será licito que el hombre cante el amor en tanto ame, cante a la muerte mientras sea mortal, y clame por la libertad mientras arrastre una sola cadena. Sin embargo, de algo estoy plenamente seguro: si el hombre con sus versos no contribuye a paliar los males de este mundo, con su silencio los otorga todos". PALABRA Y SIGNO. Pedro Lezcano DISCURSOS DE INGRESO. Academia Canaria de la Lengua


Hace algún tiempo un grupo de música popular me pidió autorización para musicar versos míos. Contesté con un breve romance, que voy a decir a ustedes, en el que les concedía licencia ilimitada.
😱
Que no me pida licencia 
quien quiera cantar mis versos.
Mis palabras son de todos, 
si no ¿para qué las quiero? 
Me pertenecen mis manos, 
que se irán conmigo al cieno, 
pero mi voz ¡que se quede 
sonando en labios ajenos!
De ustedes es la canción 
de la que yo soy un eco. 
Al pueblo van mis palabras 
porque vinieron del pueblo. 
¿Qué más inmortalidad 
que un grupo de compañeros 
haga resonar mi voz 
cuando yo esté en el silencio? 
Nada queda de los hombres 
Si no es palabra en el viento, 
si no es voz en la memoria, 


si no es música en el tiempo.

PEDRO LEZCANO

"Volar, arder, soñar, 
cantar y morir"



POEMA "LA MALETA" 
de Pedro Lezcano
💼
Ya tengo la maleta,
una maleta grande, de madera:
la que mi abuelo se llevó a La Habana,
mi padre a Venezuela.
La tengo preparada: cuatro fotos,
una escudilla blanca, una batea,
un libro de Galdós y una camisa
casi nueva.
La tengo ya cerrada y rodeándola
un hilo de pitera.
Ha servido de todo. Como banco
de viajar en cubierta,
y como mesa y, si me apuran mucho,
como ataúd me han de enterrar en ella.
Yo no sé dónde voy a echar raíces.
Ya las eché en la aldea.
Dejé el arado y el cuchillo grande,
las cuatro fanegadas de la vieja...
- La hostelería es buena, me dijeron.
Y cogí la bandeja.-
Si señor, no señor, lo que usted mande,
servida está la mesa...
Yo por vivir entre los míos hago
lo que sea.
Vi a las mujeres pálidas del norte
arrebatarse como hogueras
y llevarse las caras como platos
de mojo con morena,
tanto que aquí no dejan ni rubor
para tener vergüenza...
Vi vender nuestras costas en negocios
que no hay quién los entienda:
vendía un alemán, compraba un sueco,
¡y lo que se vendía era mi tierra!
Pero no importa, me quedé plantado.
Aquí nací, de aquí nadie me echa.
(Hasta que el otro día lo he sabido,
y he hecho de nuevo la maleta.)
He sabido que prontovan a venir de afuera
técnicos de alambrar los horizontes,
de encadenar la arena,
de hacer nidos de muerte en nuestras fincas,
de emponzoñar el aire y la marea,
de cambiar nuestros timples por tambores,
las isas por arengas,
las palabras de amor por ultimátums,
por tumbas las acequias...
Si se instalan los técnicos del odio
sobre nuestras laderas,
los niños africanos, desvelados
bajo la lona de sus tiendas,
mirarán con horror las siete islas,
no como siete estrellas,
sino como las siete plagas bíblicas,
las siete calaveras
desde donde su muerte, y nuestra muerte,
indefectiblemente se proyectan.
Yo por mi partecojo la maleta.
La maleta que el viejo
se llevó a las Américas
en un barquillo de dos proas,
¡Qué valientes barquillas atuneras!
Tienen dos proas, una a cada lado,
para que nunca retrocedan.
Vayan a donde vayan siempre avanzan.
¿Quién dijo popa? ¡Avante a toda vela!
Y yo...voy a marcharme, reculando.
Voy a dejar que crezca
sobre esta tierra mía
toda la mala hierba.
Voy a volver la espalda al forastero
que vendrá con sus máquinas de guerra
para ensuciar de herrumbre las auroras,
de miedo las conciencias...
Pensándolo mejor, voy a sacarde la vieja maleta
el libro, la escudilla, la camisa,
la batea,voy a pintar y a barnizar de nuevo
su gastada madera,
voy a quitarle el hilo y a ponerle
la cerradura nueva.
Y con ella vacíame acercaré a la Isleta,
y al primer forastero de la muerte
que llegue a pisar tierra
se la regalo, para siempre suya,
y que la use y nunca la devuelva.
¡No quiero más maletas en la historia de la insular miseria!
Ellos, ellos,que cojan ellos la maleta.
Los invasores de la paz canaria
que cojan la maleta.
Los que venden la tierra que no es suya
que cojan la maleta.
Los que ponen la muerte en el futuro
que cojan la maleta¡
Que cojan la maleta,
que cojan para siempre la maleta!