EL Rincón de Yanka: 📙🎬 DON QUIJOTE O EL IDEAL TRASCENDENTE DE AMOR, JUSTICIA Y LIBERTAD

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viernes, 25 de agosto de 2017

📙🎬 DON QUIJOTE O EL IDEAL TRASCENDENTE DE AMOR, JUSTICIA Y LIBERTAD




Don Quijote es, junto con don Juan y la Celestina, uno de los grandes mitos aportados por España a la literatura universal. Héroe de enorme hondura, presenta una personalidad compleja, en la que destaca su impulso de actuación y la coherencia de su proyecto vital, su autenticidad. 
Personaje «adánico» que nace a una nueva vida cuando se encuentra ya en plena madurez, sale a los anchos campos de Castilla a forjar su destino personal de caballero andante, a hacer realidad sus sueños. Sueños de amor, de justicia y de libertad, una triada de sentimientos por los que Alonso Quijano el bueno se transforma en don Quijote de la Mancha, por los que el hidalgo manchego sueña ser y es verdadero y real caballero andante (por más que la caballería la haya recibido «por escarnio» de manos de un pícaro y socarrón ventero). Por todos esos sueños que don Quijote atesora en su corazón no le dolerán las derrotas y los molimientos, los golpes y las magulladuras, las burlas y las incomprensiones de las gentes con las que va topando en su vagar. 


Porque él se deja guiar tan solo por la luz deslumbradora del ideal. Porque en su largo caminar nuestro genial loco-cuerdo o cuerdo-loco soñará siempre con cielos azules y horizontes despejados. Porque andará en persecución de una quimera que sabe que jamás alcanzará, pero siendo consciente también de que lo bello y lo sublime está precisamente en esa búsqueda. Porque cada paso que da le acerca a esa alta, lejana e imposible utopía. Y esa es su derrota y su victoria, su fracaso y la causa de su gloria imperecedera, su eterna y magistral lección (de don Quijote, de Cervantes): la de un hombre que sale a luchar por los caminos de las Españas (en realidad, los caminos del universo entero) en pos de un ideal de amor, de justicia y de libertad.
¡Qué magnífica enseñanza la que nos brinda Cervantes a través de su inmortal criatura! Que los hombres —cualquier hombre, todos los hombres— son libres y han de luchar siempre por hacer realidad sus sueños, aunque el camino para lograr ese objetivo esté alfombrado de derrotas y amarguras. 
Porque el de don Quijote no es, ciertamente, un camino de rosas. Es, más bien, un camino de abrojos y espinas. Y en ese su largo y penoso peregrinar, Alonso Quijano se hace don Quijote y, tras recorrer el sendero de sus aventuras, retorna a su innominado lugar natal para ser de nuevo Alonso Quijano y morir cuerdo en su cama, acunado en el calor del hogar, rodeado de su familia y sus amigos. Y muere cuerdo, sabedor de que «en los nidos de antaño ya no hay pájaros hogaño». Sin embargo, él supo hacer realidad su destino personal de caballero andante, precisamente porque jamás tuvo miedo a hacerlo realidad; porque nunca le amedrentaron las dificultades; porque jamás temió enfrentarse con la dura realidad con la que continuamente chocaban sus sueños de gloria y sus fantasías caballerescas, que no eran quimeras, sino ideal.

Don Quijote se ha hecho fuerte en todas estas andanzas, como se hace fuerte quien se enfrenta con el hierro a cuerpo descubierto, porque de ese hacer frente con el cuerpo y el espíritu desnudos al hierro —al hierro-yerro del no-amor, de la injusticia, de la falta de libertad— uno sale bien forjado en su temple… o roto. Y así sale Alonso Quijano de todas sus luchas, roto como hombre y templado como caballero andante, como don Quijote de la Mancha, en suma, como héroe. Y esa es la enseñanza: que todo hombre que lucha por un hermoso ideal es un héroe que jamás podrá ser vencido, aunque sufra, una tras otra, mil derrotas. Que podrá ser derrotado pero no vencido en su fuero interno, aunque sus huesos queden molidos y rotos en descomunales batallas con molinos de viento, cueros de vino o rebaños de ovejas.

La justicia, en términos quijotescos, es diferente a la que puede contemplar el derecho legalmente establecido en un código o en una ley. El Quijote entiende la justicia como parte de la esencia del ser humano, algo propio de cada individuo, y no como una simple regla de vida social.


Para el siglo XVII la ley contemplaba castigos que podían incluir azotes, maltratos, cárcel y años remando en galeras, muchos de los cuales atentaban en su aplicación contra el derecho al respeto y a la dignidad humana. Por esto, encontramos episodios como el de los galeotes donde la justicia quijotesca parece chocar con la justicia legal e incluso interponerse a su aplicación, en virtud de que la primera otorga mayor importancia a la dignidad humana que la segunda.


El atropello y la humillación forman parte del castigo. Los galeotes son llevados con esposas en pies y manos, ensartados de una gran cadena y uno que otro atado hasta el cuello, después de haber recibido el número de azotes correspondientes. El ensañamiento y la esclavitud son insoportables para el héroe manchego; no habrá para él delito tan terrible que merezca penas tan grandes. Entonces, sentimos que es Cervantes quien habla a través del Quijote, que nos expresa sus anhelos de libertad, el valor que ésta adquiere una vez que se le ha perdido, o los retazos de lo que es tal vez un mal recuerdo de sus años de cautivo en Argel.

No debería existir castigo sin que existiera necesariamente un perdón y la intención de redimir a aquel que ha cometido delito haciéndolo crecer en la justicia entendida como un valor. “los pecadores mejor se ganan para Dios con dulzura que con crueles represiones” (4), cuando el castigo no va seguido de perdón no es total corrección del mal comportamiento y se convierte más bien en ensañamiento y frustración.
Igualmente, el Quijote nos enseña la superioridad de la justicia divina respecto a la humana: "Allá se lo haya cada uno con su pecado; Dios hay en el cielo que no se descuida de castigar al malo, ni de premiar al bueno, y no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles nada en ello” (5). Un poco en la idea de que a los hombres no les compete del todo el hacer justicia y que no es correcto que un hombre sea verdugo de otro hombre.

Entonces, ¿cómo se entiende que el Quijote desee implantar justicia si al hombre no le compete hacerlo? Creo que habría mucho que aclarar en esta línea de pensamiento. La justicia quijotesca no se basa en jueces o verdugos tal como los conocemos, sino en lucha y valor. Don Quijote es capaz de emitir juicio, en determinada circunstancia incluso de emitir sentencia, pero dista del desenvolvimiento de un juez en virtud de la forma como se involucra a sí mismo. Seguirá la definición de héroe que nos ha enseñado Savater: actuará en lo irreconciliable, aún a sabiendas de que es irreconciliable, con la única intención de sacar de ello un valor. No se trata de emitir un juicio a distancia, ni de verificar de lejos el cumplimiento de una condena, sino de tomar su lanza en pie de lucha y sacrificar su integridad física, si fuera necesario, para conseguir el valor que persigue, la justicia en este caso.
En esta línea de pensamiento, ¿cómo combinar las aspiraciones de la sociedad de hacer justicia con este sentido de justicia trascendental que nos propone el Quijote?
La virtud de la justicia que crece en sociedad debe hacer lo posible para garantizar que cada uno de sus miembros reciba lo que corresponde siempre en respeto de su dignidad humana. El derecho debe ser fruto del espíritu y la justicia una dimensión del alma. Debe existir en cada ser humano una ley moral, intrínseca y propia de cada uno, para hacerle obrar correctamente por necesidad y conocimiento de la importancia de vivir en la virtud, en lugar del temor al castigo.
Para convertirnos en quijotes deseosos de justicia debemos perseguirla como una realidad espiritual que puede ser exteriorizada en la convivencia del hombre en sociedad.


Quijotadas, pensarán algunos. Pero ¡ojalá nuestras vidas estuviesen repletas de tales quijotadas! Porque don Quijote, igual que Cervantes, sale al camino haciendo uso de su libertad, y en ese ejercicio de su libertad sufre y goza, padece y es herido, tiene altibajos de alegría y pesar. Y comparte con su amigo (no solo escudero) Sancho Panza deliciosos diálogos sobre todo lo divino y lo humano. Y lo vemos en ese constante tira y afloja entre el sueño y la realidad, el sueño caballeresco que eleva su alma y la hace volar por las altas regiones del ideal, y el peso de la cruda realidad que lo aherroja y lo pega a la tierra. Pero don Quijote, igual que Cervantes, sabe hacer suyo el bello verso de Gelasia, una de las pastoras de La Galatea: «libre nascí y en libertad me fundo». Libre. Y también justiciero. Y enamorado además. Así es como vemos a don Quijote en la portentosa novela cuyo Centenario ahora celebramos: como irrepetible personaje literario, que es a un mismo tiempo símbolo y hombre de carne y hueso, con las mismas pulsiones humanas que nosotros; pero, sobre todo y ante todo, como el dueño de un corazón valiente que, con denuedo, hace realidad sus sueños. Como un verdadero y auténtico caballero eterno del ideal que sale en busca de aventuras y de ventura.





“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...” un caballero se lanza a rondar los caminos, subir las laderas y horadando nuestras conciencias, nos invita a abandonar la razón y a dejarnos arrastrar por nuestra locura. Es la locura del Quijote la que recordamos, no su cordura; esos destellos en los que su locura es heroísmo que lo lleva a enfrentarse a los “gigantes” de manera temeraria. ¿Son los gigantes sus propios demonios, producto de sus sueños o es su demencia el sueños por derrotar un monstruo que realmente existe? Quizá por ello, lo más triste y doloroso del Quijote, es cuando su locura se convierte en derrota, evidencia la imposibilidad de sensatez y la prudencia. El Quijote es un libro de política no ideológica pero si ideal, casi como "El Principe" de Maquiavelo, y de oposición al poder, en él se identifica a un enemigo y se lucha por cambiar al mundo con tres ideales: justicia, libertad y sentido del honor.



La locura a la que nos invita Saavedra es a lanzarnos, como Quijotes, a las hazañas más atrevidas contra el enemigo. Si nos preguntamos, ¿por qué Don Quijote enloquece?, porque sólo enloquecido se atreve a imaginar cambiar al mundo, sólo en esa utopía como la de Tomás Moro, en el límite entre sueño y realidad, puede imaginar un mundo distinto a la realidad que mira.

El Caballero de la triste figura, es un hombre melancólico que, con exceso de pasado y ansia de futuro, mira lo que los otros no alcanzan a ver: molinos de viento, que se convierten en gigantes a los cuales enfrentar y combatir.

Salgamos como Quijotes a la aventura, y veamos al mundo con esa mirada: seamos lo que no podemos ser o lo que no nos atrevemos aún a ser. Enloquezcamos un poco y despidámonos del cómodo sofá, retiremos los ojos de los libros para lanzarnos al mundo real y con esa dosis de locura, montemos guardia para enfrentar a los gigantes; a los poderosos, aún cuando se disfracen de molinos de viento.

"La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece".
“Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”.
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
“El que no sabe gozar de la ventura cuando le viene, no debe quejarse si se pasa”."...puesto que los agravios despiertan la cólera en los más humildes pechos, en el mío ha de padecer excepción esta regla".
“Como no estás experimentado en las cosas del mundo, todas las cosas que tienen algo de dificultad te parecen imposibles”.


Los molinos de viento son más que una ficción son la representación de la lucha por un ideal por un sueño y lograr que éste se vuelva realidad. Por ello, el Quijote es un libro que ha aparecido como referencia en múltiples luchas sociales y en la literatura hablando de los libertadores, de los revolucionarios y los guerreros andantes.

Los Quijotes son los Zapatas, los Sandinos de América Latina, los rebeldes y soñadores de hoy y siempre. Como ellos nosotros seguiremos los pasos de Quijote para lanzarnos a la aventura y luchar una guerra a nuestro favor para vencer a los gigantes.


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Una visión nueva del Caballero de la Triste Figura, que vive obsesionado por la caballería andante y sus códigos de honor. Acompañado de su peculiar escudero Sancho Panza, Don Quijote recuerda algunas de las aventuras que han compartido.